
El título de este artículo, si no me equivoco, apareció hace años en el periódico La República. Hay que recordar que en épocas antiguas, desde la mitad del siglo XX hasta aproximadamente el final del mismo, siempre se identificó a La República como afín a los gobiernos de Liberación Nacional, y al periódico La Nación como abanderado de grupos calderonistas, entre los que se encuentra Pacheco, o más bien, anti figueristas.
En su momento fue escrito por Alberto Cañas o por Abel Pacheco, no lo recuerdo en este momento, pero se dio para una gran controversia entre estos dos caballeros de ágiles y temibles plumas, ya que al preguntarle a Pacheco acerca del periódico en cuestión, este atinó a decir que siempre leía la columna de Beto…de Beto el recluta, caricatura usual de aquellos días.
No es de extrañar la respuesta del ahora ex presidente de la República, y por ese entonces, una de las figuras políticas más apreciadas del país, condición que si acaso se ha visto afectada después de su, por así llamarlo, desafortunado periodo gubernamental.
La anécdota anterior no es gratuita, sino viene a colación dentro del contexto actual que vive el país, en el que el subdesarrollo se mantiene como una constante, y en el que personalidades políticas emiten opiniones, que si bien no tienen la intención de causar risa, lo hacen, y muy bien.
Durante la anterior campaña electoral, en la que el señor José Miguel Corrales participó, y no participó al mismo tiempo, se le comenzó a llamar malintencionadamente por parte de columnistas encorbatados de sillón cuadrado como un “cadáver político”, y él aprovechó la situación para impulsarse, de nuevo, políticamente, y de nuevo, con poquísimo éxito.
Mas ahora retoma la palestra al ser el impulsor, y eso hay que reconocérselo con todo el mérito debido, ante el TSE del referéndum acerca del TLC que se avecina próximamente. Sin embargo, el presidente Arias, muy a su estilo, hace efectiva su potestad de convocar el referéndum por parte del ejecutivo, quitándole en el último segundo la oportunidad al señor Corrales de recoger las miles de firmas para legitimar la convocatoria ante el TSE como se pretendía en su momento.
Hasta aquí todo bien…¿o no? Seamos claros, Arias no quería el referéndum, pero ahora que lo tiene, no se opone a él, no es tonto, sabe que hacerlo sería un grave error, pero como la persona más astuta, políticamente hablando, del país, se adelantó y con eso se ahorró meses de trámites engorrosos que se hubieran perdido de haber prevalecido la tesis del señor Corrales, tesis que gracias a la sapiencia de los magistrados del tribunal no prevaleció.
Antes de todo esto, claro está, deberían de resolverse las dudas acerca de la inconstitucionalidad del tratado. Sería un gran ridículo y pérdida de dinero realizar una votación, cualquiera que sea su eventual resultado, si se manda a consultar algo claramente inconstitucional. Y aquí no prevalece la tesis de que un eventual apoyo de la ciudadanía al tratado elimina las inconstitucionalidades, o por así, lo legitima por si mismo. Un ejemplo sería que en una elección similar se decidiera implementar la pena de muerte en nuestro país, algo que sería totalmente inconstitucional. De ahí que la decisión del pueblo, sea cual sea, no puede reñir con la constitución política, aunque esto suene escandaloso ante los autodenominados paladines de los pobres, o como se les llame. Primero la consulta constitucional, luego la decisión ciudadana, si fuera al revés, nuestro precario estado de derecho no existiría del todo. Pero para arreglar eso se necesita una constituyente, y eso es otro tema.
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