Friday, May 04, 2007

Referéndum y “sabemos donde vives”

Una vez aclarada mi postura en el anterior artículo, me veo en la obligación de hablar sobre el tema del referéndum y sus implicaciones en la vida demócrata del país.
Al ser uno de los elementos vitales de la democracia participativa, marcará un antes y un después, y más si se trata de un tema como el tratado de libre comercio entre Centroamérica, Rep. Dominicana y Estados Unidos de América (TLC), primer caso en el mundo en el cuál la aprobación o rechazo de un tratado comercial debidamente firmado es dilucidado en un referéndum.
Me atrevo a decir que nunca antes había pasado, ya que en democracias modernas y avanzadas se comprende que un tratado comercial va más allá de la decisión soberana de un país, como es este el caso, sino conlleva complejas relaciones internacionales, que más allá del comercio, tienen peso político y estratégico. Es por eso que en países europeos no lo habían hecho, ya que dejar a criterio de todos los habitantes de un país, tan propensos a prejuicios, malas informaciones y nacionalismos vacíos, parte integral de las relaciones con otros países, llevaría a una política internacional totalmente errática y desconcertante. El caso francés, que rechazó en una elección similar un proyecto de constitución europea es todavía fresco, claro esta, y no me malinterprete, estimado lector, que la decisión del pueblo francés en ejercicio de su soberanía es totalmente respetable, pero se trató de un caso atípico, ya que en otras naciones del viejo continente también se llevaron a cabo referéndum similares, con resultados varios. En cambio, en las regiones en la que regiría el TLC, solo en Costa Rica se tomaría una decisión de esa forma.
En mi opinión, este debería de decidirse en el congreso, donde comisiones especializadas para cada tema dictan su criterio, pero, debido a la inoperancia de nuestro parlamento, y ante las disímiles opiniones de expertos y académicos a favor y en contra, no queda otra opción, el tiempo se agota y se debe de decidir lo antes posible. Es ahí donde el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) dio lugar a la situación que vivimos actualmente. Me parece que, dentro del panorama y la coyuntura política actual, se logra liberar un gran peso del congreso, ya que si el resultado resulta vinculante, de acuerdo con el TSE mismo, este deberá respetar y ejecutar el trámite correspondiente, según el resultado que se tome en las urnas.
No creo en el dicho popular que reza que la voz del pueblo es la voz de Dios. El pueblo, a lo largo de la historia a tomado decisiones correctas e incorrectas, pero, al vivir en una democracia en la que la mayoría ejerce su voluntad, respetando a las minorías, el referéndum garantizará que se cumpla lo anterior, sin que signifique que lo que decida la mayoría sea lo más adecuado, pero es el riesgo y el precio a pagar en un lugar en donde se toman decisiones libremente, y en donde la fuerza bruta y las amenazas a políticos por su posición ideológica no son legítimas, a los ojos de la inmensa mayoría.
La amenaza al diputado Echandi por su apoyo al tratado, a pesar de ser un hecho aislado de un grupúsculo que no vale la pena ni mencionar, no deja de sentar precedentes en el país.
Desgraciadamente, muchas de las opiniones de supuestos intelectuales de izquierda y militantes universitarios, no pasan de retórica barata y discursos vacíos de contenido y llenos de pirotecnia e intentos vanos de justificaciones nacionalistas.
Eso, y no un debate de ideas, es lo que puebla la mente de muchos costarricenses, que más que votar con la cabeza en el próximo referéndum, lo harán con el hígado.
Es sumamente triste y desalentador que el grupo autodenominado ALBA, con la influencia de los nefastos gobiernos de Cuba y Venezuela, intenta desde el exterior, influenciar, y “luchar” (según una declaración conjunta) por el No en el referéndum.
Con todo el respeto que se podrían merecer, a ellos no les incumbe la política exterior ni las decisiones soberanas de Costa Rica. Una cosa es globalización, algo inevitable e innegable, y otra es inmiscuirse e influenciar un resultado electoral.
Si bien considero que una decisión acerca de un tema tan complejo y extenso, y más importante aún, con implicaciones internacionales, no debería de ser tomado en cuenta en un referéndum, sirva la ocasión para refrescar la democracia participativa y agitar para bien las estancadas aguas de la vida electoral del país.