Saturday, May 05, 2007

El Santo contra las momias de Guanajuato

El Santo, personaje mítico del cine de oro mexicano, luchaba en una de sus películas, contra las conocidas momias de Guanajuato, que bajo oscuros poderes o intenciones, recobraran, no podríamos decir vida, sino la fuerza.
En la época actual no tenemos ningún santo, de ningún lado del espectro político, ni mucho menos en las esferas vaticanas.
Esto no impide, claro está, a la gente común, ver santos donde tal vez no haya más que patanes o paladines donde no hay más que futuras momias.
En nuestro continente irrelevante, nuestra América como la llaman pseudos intelectuales y politiqueros, se levantan dos campeones del subdesarrollo y abanderados de la lucha contra el imperialismo, según ellos. Políticos llenos de retórica en vez de políticos estadistas.
Del otro lado, en “América” como la insisten llamar ellos, aparece, como por artes del destino, un ser con el poder y la supuesta influencia divina de Reagan y la malicia y el cálculo de Nixon. La versión del siglo XXI y la encarnación moderna del partido Republicano.
De un lado, Bush, del otro, Chávez y Castro. No se parecen en lo absoluto, pero son caras opuestas de la misma moneda. Y por lo tanto, nefastos.
Aunque cueste creer, muchas de las políticas estadounidenses de los últimos años se han tomado desde la perspectiva cristiana evangélica de derecha. No les interesa dominar el mundo, siempre y cuando este no se salga de su canasto.
Además, Chávez, autoproclamado Mesías del socialismo del siglo XXI, continua desde su estrado, comprando conciencias con la chequera de oro negro, y fiel a su estilo, expresándose con el mínimo de modales, cuan patán es. No se le podría pedir más a un militar ex golpista. Irrespeto por la libertad de prensa, amenazas, derrumbe de las instituciones y de la institucionalidad misma del estado venezolano. No se da cuenta que el verdadero socialismo no es el reflejo de un estado con leyes socialistas, sino una ciudadanía con conciencia social.
Junto a este, se encuentra el de siempre, el sempiterno general, coronel, comandante en jefe, etc., etc., del “estado” cubano. Y digo “estado” porque en Cuba todo dentro de Castro, nada fuera de él. Eso no es estado.
Muchos defienden al futuro compañero del embalsamado destino de Lenin al oponerse a las criticadas políticas internacionales estadounidenses a lo largo de más de cincuenta años. Al apoyarlo, legitiman un régimen asesino de su propio pueblo, en la que la libertad de prensa, la libertad de expresión, y el respeto por los derechos humanos brillan por su ausencia.
¿Acaso no se oponen también a las prácticas erráticas y a la disparatada guerra ilegal de Bush los que pregonan la muerte al estado de Israel, los que se declaran líderes en la lucha contra “los infieles”, los terroristas que causan la muerte de miles de personas al año? Para levantar conciencias no es necesario levantar la voz, digo alguna vez de forma atinada Ghandi. Políticos serios y comprometidos con la diplomacia en vez de la guerra se han opuesto a las prácticas de líderes belicistas y con la ideología de “o están conmigo o están contra mi” no solo de los Estados Unidos en algunos momentos, sino de cuanto país con cierta cuota de poder halla habido.
Está claro que el régimen de Irak cometió las mayores atrocidades genocidas a lo largo de su dictadura, pero la falacia de las armas de destrucción masiva, y el caos y la guerra civil de ese país han echado por tierra la imagen, el respeto y el apoyo moral que muchos tuvimos hacia los EE.UU. después del 11 de septiembre del 2001.
Pero de ahí, a pasarme al bando de los líderes del subdesarrollo mental, hay un abismo de distancia.
En palabras muy claras y directas, y espero que me perdone, amigo lector, la total pérdida de forma y de fondo de este escritor: ¡A la mierda Castro, a la mierda Bush, a la mierda Chávez!

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