
Sentado en una acera de una enorme ciudad, un hombre ciego sostenía un rótulo entre sus manos: “Soy ciego, una limosna por amor a Dios”. El desafortunado tenía su tarro casi vacío, era la hora pico de la mañana, la gente se dirigía a sus trabajos sin siquiera detenerse a mirar en el insulso pedido de unas monedas. Después de un rato, un publicista que iba camino a una reunión, se detuvo de casualidad frente al hombre con el mensaje de siempre, y viendo las poquísimas monedas que tenía a su haber, se agachó, murmuró algo al oído del ciego, y este sin pensarlo dos veces le entregó el cartón que sostenía. El publicista le dio la vuelta y escribió: “Hoy es un hermoso día y no lo puedo ver”. El frasco no tardó en llenarse de dinero.
Hay muchas formas de pedirle algo a alguien, sólo tenes que saber como hacerlo!
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