
Cuado el “doctor” Castro (así solían llamarlo) viajo a Nueva Cork en una oportunidad en la década de 1950 causó tal revuelo y simpatía difíciles de creer en la actualidad. Ante la pregunta de una periodista (en inglés) él respondió (en ingles) que no usaba chaleco antibalas (hablaba así mientras se descubría el pecho) y aseguró: “I have a moral one” (llevo un chaleco moral).
La anécdota viene a cuento debido a que al fin, el tropicalizado experimento marxista-leninista por excelencia, el régimen cubano, ha visto como su jefe a dado un paso al lado y, al menos en apariencia, no será más su lider.
El que alguien más sea el presidente no cambiará, para nada, el hecho de que Cuba es el único país del continente sin prensa independiente, el único país del continente en que por pensar diferente al gobierno, se mata y encarcela a la gente.
Solo uno más de los cambios decorativos de un régimen que moralmente está muerto.
Un día de estos, como de costumbre, ordenarán el desfile de la chatarra militar soviética por las calles de La Habana, mas el hecho de que el viejo y enfermo líder se de cuenta de que su proyecto va al despeñadero y de que será recordado como una pieza rara de museo más que como héroe (ya ni siquiera un villano) será la verdadera derrota del comandante, acaso más dolorosa que si esta hubiese venido mediante la bala de un francotirador.
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